lunes, 21 de julio de 2014

Estampas del trabajo diario


Quiero hacer un recorrido por alguna de las profesiones que hemos desarrollado desde el siglo XVIII al XX. En primer lugar, el registro más antigüo que hace referencia a las profesiones lo tenemos en una partida matrimonial de 1858, donde hace referencia a la profesión del padre de Pedro Alvarado Franco, llamado José, y que hacía trabajos en el campo. Pedro es el que figura como primer "carbonero". Y es que Benacazón se situaba entre enormes pinares, de donde se extraía la madera para trabajarla o para crear la energía que proporcionaba el carbón, después del proceso de quema que se realizaba tradicionalmente apilando la leña (todavía hoy podemos encontrar algunos lugares en que se hace así).
En la foto de arriba, Ángel, Manolo, Pepito García, Luna, Rafael Moreno, Antonio López "el Breva", Manolín "el pisto", Laureano García. 






Por tanto, es el oficio que se exportó a la Triana del último cuarto del XIX. Entre sus primos, los había carpinteros, ya que todo el proceso productivo estaba relacionado: el corte en el campo, la fábrica del carbón, la madera, los carreros, los carboneros que preparaban y repartían o vendían directamente en las carbonerías.
Recuerdo alguna historia que me contó mi padre, cuando el abuelo Manuel ayudaba a sus primos a repartir carbón y una vez  vió a un señor vestido completamente de blanco. Ni corto ni perezoso, le llamaron a gritos por la calle y, como si hubiera visto a un entrañable y antigüo amigo, les proporcionaron un gran abrazo, que cambió lo blanco en tiznado.
Otra cosilla un poco más dura era el hecho de saber que los animales portaban el carbón para repartirlo, especialmente los mulos o burros. Un día, nuestro abuelo, observando que curaban las "mataduras" del animal con petróleo, se le ocurrió observar el experimento de qué pasaría al acercarle un carburo (seguramente de calcio, que como gas actuaba con el agua con una reacción calorífica, como un encendedor) al animal...os podéis imaginar la barbaridad: el pobre mulo sufrió un incendio....y es que el abuelo tenía unas ideitas un poco fuertes.

Si tuviéramos que inventarnos una bandera para esta familia, quizás ya tendríamos los colores bien claros: el negro y el blanco. Y es que en 100 años podemos decir que se pasó del color negro al blanco; del oscuro y sucio carbón al clareo pegajoso de las harinas y los merengues.

Aquí tenéis al tito Juan en Abril de 1959, rematando una de sus mejores facetas artístico-culinarias.



Volviendo a los tiempos antigüos, podemos observar el padrón municipal de Sevilla, cuando en el año 1902, quedaba una viuda tatarabuela, con sus hijos de oficio "jornaleros", que incluía todo tipo de tareas, desde el campo, hasta la carga y descarga de barcos, auxiliar en cualquier tipo de taller, sobre todo de la alfarería. Entre ellos se encuentran Alejandro y Francisco Alvarado Martín, que ya eran torero y novillero en estas fechas, aunque figurasen así en los papeles del Ayuntamiento, en calle Alfarería, 72. Ya os hablaré de "Alvaradito" y "Alvaradito Chico", e incluso de otro hermano, José, que aunque era mayor también iba con la cuadrilla.




Era ya familia independiente la de nuestro bisabuelo Manuel Alvarado Martín, aunque vecino de calle de su madre y hermanos, ya que se encontraba en la Calle Alfarería, 43, también como jornalero. Aquí habrá nacido nuestro abuelo Manuel.



Aparecían algunos momentos de descanso, donde poder salir a respirar aire de la calle, y saludar a algunos amigos y viandantes, contar algún chiste, o incluso tomar algún chatillo de vino o cerveza. (Ángel, Abelardo y Juan)


Y el despacho, insignia del negocio "La Palma de Oro", donde se mostraba la cara amable y guapa de una industria. Con muchachas siempre atentas, no perdiendo punta del negocio, atentas a las órdenes de la propietaria. Muchas personas de Huelva todavía lo recuerdan, desde la calle Bocas hasta la calle Gravina, incluyendo la Isla Chica.
  Mari y Esperanza, en la Calle Bocas (como bien ha matizado Juan en comentarios). 



Y la abuela Mamá Carmen, que tanto era la señora como la sirvienta. Y es que eran muchos hijos y, aunque tuviera ayuda, organizaba toda la logística de la empresa, con un trabajo de día y de noche. Ya sabéis cómo terminó su espalda: bastante curvada....y eso no era por nada.




Este retrato siempre me hizo algo de gracia, y aquí tenéis a la abuela con el mandil blanco y la ropa negra, estornudando en un momento de descuido. Recordaréis alguno esta cómoda con ese espejo, y todos los pontingues y fotos y vírgenes que tenía, sin faltar las mariposas encendidas a los difuntos de la familia.
















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