viernes, 25 de diciembre de 2020

Invictus: De la Campana a la Popular

Reescribiendo la historia.

Cuenta Manolín*, que así se le conoce en la familia, que los abuelos llegaron desde Sevilla, dejando la Triana de las cavas y Santa Ana, del río y los corrales de vecinos entre alfares y marineros, para vivir en sus principios en una cueva del Cabezo de Huelva, próximo a calle Aragón, en el área próxima al que fue Castillo de los Guzmán de Huelva. Les daría vergüenza contarlo, cuando años más tarde nadarían en cierta abundancia, viéndose disponer de aquellas jaulas de quesos y jamones que en su casa se veían.

                      
                            

Antes habrían hecho escala de trabajo en la Palma del Condado, pero las aspiraciones del abuelo les trajeron hasta una pequeña ciudad, mucho más industrial y conocida como la capital del cobre ... la Huelva marinera, la bañada por dos ríos.

… a flumine Ana litore oceani oppidum Onoba, Aestuaria cognominatum, inter confluentes                     Luxiam et  Vrium (Plinio el Viejo).

*Agradecimiento a Sebastián Manuel, el nieto varón y mayor de los Alvarado de Huelva -ya sabemos lo importante que esto era en la tradición histórica-. Es un hombre deportista, que llegó a ser campeón de España de piragüismo. Después se especializó a un alto nivel de disciplinas de artes marciales, obteniendo el reconocimiento máximo de 6º Dan en judo, y en otras especialidades de este deporte.
Hoy, sigue manteniendo abierto su propio gimnasio de Huelva (Al Ándalus, 1978), y sigue asesorando a diversos Comités deportivos nacionales y a la Federación Española, siendo Delegado Provincial en la Federación Andaluza de Judo y Deportes Asociados. Con ayuda y dirección de su hijo Daniel, otro joven maestro, que incorpora el kickboxing como una disciplina muy demandada y que hoy despierta gran interés entre los jóvenes, continúa con la tradición de su padre y de Jigoro Kano.


Confitería de La Campana. –


El oficio y origen profesional los importaba el abuelo de un inigualable rincón de Sevilla. Y la campana tomaba el nombre de dicho objeto para aviso de bomberos que en ese barrio se hallaba.  Confitería desde 1885 en un edificio de 1733 y sirviendo a la Casa Real hasta 1931. Delante mismo se encontraría la llamada plazuela del panadero y del confitero, donde allí se reunían, amén de famosos y toreros ya que quedaba rodeada de cafés cantante y cabaret: Novedades, El gran café París, Kursaal. Su rincón análogo en Madrid sería la Puerta del Sol.


                           


Lo mejor es que sus productos son elaborados a diario con las mismas recetas que desde su origen, y hoy llevan cuatro generaciones al frente del negocio.

https://postalesyfotosantiguasdesevilla.blogspot.com/2013/07/la-plaza-de-la-campana.html



El otro rincón sevillano de harinas y azúcar donde echaba unas horas era, al parecer, La Palma de Oro. Parece ser que allí conoció el abuelo a la que sería su esposa, la gran Carmen Fernández, mujer formal, ilustrada, trabajadora y hermosa. 

                                                

Hoy aún existe una Empresa con dicho nombre (La Palma de Oro, S.C.) siendo un pequeño restaurante en la calle Jesús del Gran Poder, que precisamente sería una hermandad en la que el abuelo estaba asociado. Este nombre comercial lo replicó en Huelva, no sabemos si era socio cooperativista o civil, o se trataba de una franquicia. Tampoco me atrevería a descartar la inspiración en las doce palmas de oro a la espalda del bisú multicolor que portaban los guerreros de Petubastis (¿seudónimo masón?), cuya gesta en Egipto hizo reconquistarla en el 525 a.c según cuenta Heródoto, contra pronóstico y gracias a una tormenta de arena…. aunque luego se conocería que esto fue una manera de justificar la derrota por Darío I el persa.  (E. Gómez Carrillo, París octubre 1924; ABC Madrid 28/10/1924)

Hoy tenemos allí al bar Tarín, "gastronomía de poetas", ya que allí se reunieron durante muchos años, en el lugar llamado La Palma de Oro, los literatos y artistas del grupo Cuadernos de Roldán. Cerca habría estudiado Bécquer, y toda esta rememoración parece cobrar mayor sentido en la Sevilla del romanticismo recuperada a finales del siglo XX.


Confitería La Popular. -

Trabajando en la fábrica de harinas de Pérez de Guzmán (“Santa Lucía” y panificadora automática “Ntra. Sra. de la Cinta”), tuvo la ocasión de hacerse de grandes amigos. Pero la ilusión del abuelo Manuel era trabajar en la Popular, no cayendo en la cuenta de que su propia familia ya impregnaba la ciudad de su prestigio entre los mejores dulceros.

                                  

Su llegada desde Sevilla coincidiría con la inauguración y compra a un anterior dueño de esta confitería por Rafael Moreno, en 1922, siendo contratado Manuel como maestro confitero con dicha ocasión. En la calle Méndez Núñez 18 y 26 se instalaría la gran panificadora.

(Las Noticias, 15/06/1927 y Huelva información 14/07/2008)


                           

Dos hechos importantes que influirán en la presencia de los Alvarado en Huelva: La venida a la capital onubense, y la continuidad a un modelo de negocio al estilo de la Popular, incluyendo la ubicación en la misma calle y el tipo de servicio que incluiría reparto a domicilio o distribución con bandejas y rodillos sobre la cabeza.

Además, se instalará otra Panadería la Popular en Avenida Cristóbal Colón (Alameda Matheson 24, anteriormente), muy cerca de donde vivían los Alvarado Fernández, y en mayo de 1931, con un cartel que indicaba:

 Despacho de pan de todas clases y pasteles. Especialidad en polvorones y tortas de manteca y aceite"

 

Mientras que el pueblo ya clamaba la copla de las carnestolendas de 1924-1925, quizás creadas por Manuel Parada “El caracol”, panadero de esa casa y maestro de murgas del Carnaval:

"¡Que viva el 'Litri'! / 'La Populá', / los bollos de leche / y las ensaimás"

                              


Pero en 1949 se cesa la actividad de La Popular durante un tiempo, momento en el que aprovecha la competencia para ganar terreno a la famosa panificadora. Ideal para que su antiguo maestro, creciera en fama, ya una vez que había cumplido su condena de 5 años por la Guerra Civil podría retomar la clientela que bien lo conocía.

En dicho negocio era encargado, jefe de repostería, y un verdadero artista de obras sobre el dulce que hoy las encontraríamos entre las más típicas y vistosas... imitaciones de verduras o carnes, o de cualquier alimento o motivo en pastel que, con la decoración de su arte, lograba transformar esculpiendo sobre el bizcocho. 

Allí se encontraba el viejo instituto, del cual estudiantes clientes tomarían sus bollos por diez céntimos. Largas colas para comprar el kilo de deliciosos mantecados, por tres pesetas, para acompañar al anís Hierro, y tener una feliz Navidad.

No faltaría una Cofradía de los panaderos (más tarde la Sagrada Cena), en dirección a la Vega y la Panificadora San José, en el propio barrio de las Colonias.

Y en esos años de la República, apareció la "Panificadora de Nuestra Señora de la Cinta" anexa a la   fábrica de harinas de “Santa Lucía", propiedad de la familia Pérez de Guzmán, que extendió su negocio por la ciudad.

http://memoriasonubenses.blogspot.com/2012/07/xc-las-antiguas-panaderias-onubenses.html

La simbiosis del pastel. -

Llegaron los tiempos convulsos de la segunda República y finalmente, el alzamiento franquista.

                               

En la fábrica de harina, cuando terminaba el trabajo de los hombres, entraba mamá Carmen con una cuadrilla de cincuenta mujeres a su cargo para fabricar tortas. Luego, colocadas en canastos las vendían en la plaza, o donde las reclamaran. Fueron famosas las tortas de aceite “Carmen”. Este era el genio de una líder y empresaria, verdadera emprendedora. Seguía el mismo modelo que Inés Rosales adoptó en el Aljarafe -¡el de quitarse el hambre a tortas!- y con el mismo sistema de trabajo: alquilaban un horno y lideraban a cuadrillas de mujeres viudas, jóvenes, pobres, que fabricaban y vendían.

Mientras su marido estaba empecinado en la Popular, y hacia también lo propio en la fábrica de harina como dulcero, era evidente que su mujer no se quedaba a la zaga.

Su hijo mayor era Manuel, quien también comenzaba su propio negocio al que invitará a su padre, pero sin fruto. A Rafaela, su mujer, la conocerá trabajando en la fábrica.

Más tarde llamarían a ambos negocios la Palma de oro y su primogénito la Rosa de oro. Lo cierto es que este sería el nombre comercial creado como negocio análogo a una franquicia.

Seguirá siendo un misterio el nombre elegido para la que habría de ser su confitería, la Palma de Oro, el que al parecer quedó como nombre registrado y del que tenía el tío Juan Alvarado Fernández la antigua documentación, yendo a parar, al parecer, al tío Pepín.

La exquisitez de los hornazos, mantecados sobre todo y dulces navideños (alfajores, figuritas de mazapán, pasteles de gloria, turrón de jijona, roscos de vino y roscón de reyes) hubiera hecho tener la exclusividad en toda la provincia y no depender de la entrada de ningún producto sevillano, porque la calidad local ya era sobrada.

Pero entonces irrumpió la Guerra Civil, y retomando el Archivo histórico provincial de Huelva, podía comprobarse que, a Manuel Alvarado Real de Rivera, le figuraba el delito de Gubernativo y auxilio a rebelión militar, cuya pena oscilaba de entre 2 y 5 años. Así, podemos comprobar como esta pena se aplicaba -en el mejor de los casos y librándose del paredón- a las personas que participaron activamente en la resistencia al alzamiento promulgado por Franco. De esta manera, puede evidenciarse que, desde el 12/12/1936 hasta el 26/12/1941 se decretaría su prisión (expediente AHP 07537/003)

 https://ws096.juntadeandalucia.es/archivaWeb/exploreDocuments

Las chicas jóvenes, seguirían liando mantecados de Alvarado muchos años, y cuando los emigrantes en Alemania -pobres antes en España- venían en Navidades, gastaban muchos dineros en la maravillosa confitería.

Hoy en Huelva, los Alvarado siguen realizando ambas tradiciones de la pastelería fina, hornazos, empanadillas, torrijas… y deliciosas tartas. Lo hará con su propio apellido desde 1932, después de haber pasado por La Popular, pero anteriormente por la Campana de Sevilla, naciendo La Palma de Oro, en Sevilla y en Huelva. 

Su expediente de industria de confitería no llegaría hasta el 31/01/1953, con la denominación de La Palma de Oro, elevando la dimensión de pequeña empresa a obrador mayor. 

Salvados por una campana popular. -

Manolín recuerda con asombro los billetes de 25 pesetas amontonados junto del horno, que procedían de las ventas que llegaban a hacer en Navidad. Era el momento idóneo para que el abuelo aprovechase para hacer de maestro de su nieto, y enseñarle cómo utilizar bien el dinero ganado, recordándole su propia historia, pero reservando muchos secretos.

                             

Y esto no era algo nuevo ya que, el abuelo, en su generosidad, tenía una actitud poco o nada conocida por la familia hasta ahora (al menos que yo sepa). Quizás, la vergüenza familiar, se veía lastrada fruto de los 40 años de dictadura, con el temor de ser tachados de rojos, y formando parte de la colección de tabús que en muchas familias acaban guardándose por siempre, perdiendo así el recuerdo de las acciones más honorables.

Cuenta Manuel que nuestro abuelo era muy amigo de una persona influyente (no indico cargo ni nombre) y según le contó una persona amiga respecto del primero (no indico el nombre), papá Manuel y mamá Carmen habrían salvado a decenas de hombres del fusilamiento.

Con esos billetes que ganaba, rogaba a la abuela para que hicieran algo verdaderamente bueno por tantos padres de familia; ¿cómo quedarse impasibles? De alguna manera, hacía llegar los duros necesarios para que bajaran al menos a un hombre de cada camión que se cargaba para llevar a fusilar al parque Moret… ¡qué poco valía la vida de una persona, unos duros! Tan triste era su condena, como emérita su compra.

¿Cuántas familias no tuvieron que perder a un padre o esposo? Quizás huyeran al exilio o se escondieran unos años… Quedará en el testimonio de esta persona amiga como quien guarda un tesoro. Gracias por revelar este anónimo secreto.

Al final, dada su actitud y pensamiento, acabó el abuelo en la cárcel. Esta vez, quién se reservó el honor de salvarlo del camión fue el propio amigo influyente, como limpiando la ignominiosa mirada hacia otro lado a la que tendría que verse forzado en esos días. El mal menor sería una condena ante la cual no tendría más remedio que responder, pero en la que se vería protegido por los fieles amigos.

Antes de pasar a la moderna prisión provincial de Isla Chica, estuvo en el antiguo edificio donde el abuelo comenzó a perder su débil salud, hoy Bien de Interés Cultural (Huelva Información, 24/03/2017) y monumento abandonado del Catálogo del Patrimonio Histórico andaluz. El antiguo mercado de abastos de 1899, y luego Escuela de Artes y Oficios en 1911, Escuela, Biblioteca y Museo, que el arquitecto Monís terminaría en 1925. Se trataba de cuartel de Santa Fé, con cárcel hasta 1932-1933 y que luego mantendría calabozos.

Sin pretensiones de ser adalid de su ideología, esta familia trabajadora de las masas y el azúcar, casi sin quererlo, se vio en la inesperada situación de salvar vidas.

                                       

Francisco Espinosa Maestre, es noticia en Diputación Provincial de Huelva (diariodehuelva.es 26/01/2019) ante su publicación de la V edición de su libro: La Guerra Civil en Huelva. Con el ánimo de aportar contraste en la luminosidad de su obra, quisiera dar una respuesta testimonial a su afirmación:

…Conocemos el nombre de muchos verdugos, pero no tenemos constancia de personajes que destacaran por salvar muchas vidas con su comportamiento, o por lo menos no se conocen lo suficiente.

Pues bien, el dulcero y su esposa, la gran artesana de las tortas. Ella trabajó la masa con el aceite, polvorón, almendra, bizcocho, hornazos, así como las empanadillas. … ¡también se quitaron el hambre a tortas! No solo el hambre, sino que llegaron a dar la vida con hijos y con muchos hombres salvados de la muerte.  

Sigue afirmando Espinosa:

…En aquella situación solo tuvieron la posibilidad de salvar vidas los mismos que podían quitarlas: militares, guardias civiles, propietarios, curas, falangistas, requetés y las fuerzas vivas de cada lugar. Entre unos y otros formaban esos consejillos ocultos que decidían quiénes debían desaparecer cada noche. De los líderes políticos y sindicales se salvaron pocos. Cualquier persona relacionada con la República podía acabar en el paredón. El escarmiento que se practicó con la masa obrera fue diezmarla a capricho para que todos supieran a qué atenerse. Es en este ámbito donde pudo haber alguna intervención para sacar a alguien de la lista. Pero lo cierto es que estos hechos fueron muy escasos cuando no inexistentes.

Pues bien, el abuelo no sólo no terminó en el paredón, gracias a su gran corazón y su dulzura natural y de oficio, sino que tuvo la ocasión de, siendo un perseguido, poder influir gracias al dinero “justamente amasado”. 

Así que, gracias a la necesidad de alguna fuerza viva o militar, o que eran personas cuyo fuero interno se contrariaba y rebelaba con la realidad que observaba cada día, algunos pudieron salvarse. 

Por ello afirmo que sí existió la intervención indirecta del pueblo, al menos de mis abuelos, para sacar a personas de las listas de la muerte.