domingo, 28 de junio de 2015

La Industria Alvarado (1): 1937-1942, los durísimos comienzos

Casa Calle Alfarería, 63 de Triana, donde nació Manuel Alvarado Real de Rivera


Aunque nuestros abuelos ya llevaban unos años en Huelva, el curso de la historia de esta familia y de su afán emprendedor, se ve troncado por los acontecimientos de la Guerra Civil española.

Así, en sumario nº 743 de 1937, aparece la sentencia que condenaba a nuestro abuelo Manuel a la cárcel, motivado por su participación activa como colaborador del Frente Popular, con la denominación de Auxilio a la Rebelión. Decía así:

"Que en esta capital los elementos marxistas en 18 de julio de 1936...se alzaron en armas y cometieron multitud de crímenes, robos y desmanes"
y continúa detallando:

"...armado de escopeta...fueron con otros escopeteros a un finca situada en Peguerillas en la que se apoderaron de seis borregos que luego fueron conducidos a la Casa del Pueblo"

El fallo es el siguiente:

"Que debemos condenar y condenamos a la pena de doce años y un día de reclusión a los procesados...con circunstancias de atenuación....a penas de privación de libertad y a la responsabilidad civil que se fije en el periodo de ejecución"

Una copia del documento original es solicitada por nuestro abuelo el 9 de marzo de 1940, imaginando que sería para estudiar una posible reducción de pena. Lo que sí es cierto es que se libró de ser fusilado, cuando otras muchas criaturas no corrían esta suerte.

Todo lo antes citado, provocaría que la industrial pasaba a ser nuestra abuela Carmen Fernández Fernández; arduo trabajo para una mujer sóla y con seis hijos, aunque los mayores ya tiraban bien del carro.



Y como los años anteriores habían sido de trabajos en "La Popular" y los inicios en un pequeño espacio en la "Fábrica de Harinas", ya se hacía necesario -aunque también obligatorio- legalizar el negocio.
Se trataba de instalar en la casa de Avenida Cristóbal Colón 147 (Las Colonias) un horno y otros elementos, ya que las masas tenían que traerlas hechas del horno de Martín Cambra (Huerto de Tito). El inspector sacaría conclusiones para dictaminar que el negocio era de 13 de junio de 1939, con lo que no cumpliría la norma de Nuevas Industrias de 1938.

 

Dicho lo anterior, se insiste en solicitar esta licencia como industria confitera. Y podemos observar como surge un primer balance e inventario del negocio el 7 de abril de 1942, que resumía todo lo que se estaba haciendo y las posibilidades que como empresa se tenía.

 

En realidad, el problema era el abastecimiento de harina y azúcar, especialmente. Ello dependía directamente del racionamiento que se hacía desde el Gobierno Civil, que suponía incluso la instalación de pequeñas aduanas incluso en las estaciones interiores de tren y autobuses, llamadas "fielatos" o "consumos", para controlar los jamones, carnes y costillas de la Sierra, entre otros. Todo ello obligaría a la abuela a pedir favores y colaboración para tener materia prima, tan restringida entonces, y sólo suministrada a industrias, de lo que hablaré en el siguiente capítulo.

Sobre este asunto me cuenta mi padre:

Que una vez, pasadas estas inspecciones, llegaron unos latones de manteca al obrador, que venían de una tienda de la Calle de las monjas, propiedad de Antonio Vázquez (una gran tienda, igual de buena como la de "Los Ángeles" en la Calle Concepción) y allí encontraron al abrirlo dentro de las mismas, sus hermanos mayores, para su gran sorpresa, ristras de chorizos y carnes de la Sierra que alguno habría intentado pasar de "extranjis". Imaginaos cómo se pusieron sin esperar nada de esto.
Años más tarde, mamá Carmen compraría a este Sr. Antonio Vázquez el piso de la Calle Gravina, costándole un total de 1.000.050 pesetas.

Al final, intervino el Sindicato de la Alimentación (Falange de la JONS) y reconoció actividad desde 1937, con lo cuál facilitó un documento que lo justificara, aunque todos los paisanos ya conocían los pestiños, empanadillas y mantecados de la abuela Carmen. No me extrañaría que tuviera algún amigo allí la familia, pero que tampoco se hubiera quedado sin buenas bandejas del dulce producto.


Y por fin, ya se solicitaban los requerimientos del negocio como industria reconocida.

Mientras que el abuelo Manuel estuvo en la cárcel, nacieron al menos tres de los Alvarado Fernández, gracias a bis a bis que se permitía. Éstos fueron los titos Enrique, Ángel y Pepín; al menos, y que yo sepa. Bien, pues durante toda estas gestiones, que eran un verdadero "entripao", me consta que estuvo embarazada la abuela de mi padre, Ángel. A lo mejor por esto se le ha dado siempre bien, el asunto de papeleos.

Toda la documentación incluida en esta entrada, la he obtenido en el Archivo Provincial Histórico de Huelva, del que estoy obligado a hacer cita, como ahora estoy efectuando. Vaya para este servicio de la Junta de Andalucía, mi agradecimiento también.







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