RESUMEN DE LA
HISTORIA TORERA DE ALEJANDRO ALVARADO MARTÍN, “ALVARADITO”.
Después de sus comienzos, Alejandro va aprendiendo y
haciendo sólidas las bases del toreo. Tanto es así, que poco después es
propuesto para tomar la alternativa, ya que es un novillero que sobresale en
valentía, en arte, en aplomo en la plaza y, por fin, en la suerte suprema que
da el estoque. Sus pies se han ido parando, y ha madurado mucho sobre la
dirección en el ruedo.
Visita México, donde se hace muy querido por su demostrado
valor, su estilo de la escuela de Fuentes, su simpatía…
Mientras, en España se le conocía por “el cabezón del
Alvarado”, más por su ancho cuello que por su cabeza –según veo en las fotografías- ,
y esto es motivo de mucha sorna y desprestigio de manera directa e indirecta. En cambio,
en México se le reconoce como un gran maestro, traído por Luis Mazzantini y muy
valorado por Antonio Fuentes (ambos le han echado la ojeada seriamente).
Hay que reconocer, no obstante, que el público mexicano es
sublimemente agradecido y se fija en las mejores habilidades, más que quejarse
de los fallos y las malas tardes. Sabe perdonar y es tremendamente noble: ha
entendido el toreo no como una rutina y entretenimiento españoles, sino como la
puesta en escena de una lucha de valores y potencias. Es, por decirlo así, una
sensibilidad de tipo más espiritual que circense o deportivo, sin denigrar la
fiesta con todo su fervor y alegría.
Entonces, avalado por las críticas taurinas de esos años,
cuyos originales están en la Biblioteca Nacional Digital, y accesible a
cualquier persona, quiero hacer una evaluación y puesta en justicia del valor
real de Alejandro como torero, como novillero, como banderillero, como persona
que ha trabajado denodadamente para que se le conociera y respetase. Con ello
quiero significar que, aunque haré algunas valoraciones y aproximaciones, en líneas
generales, guardo la objetividad que da la prensa y las revistas especializadas
de esos años.
En todo ello, también tengo presente que la “Asociación de
la Prensa” ha ejercido un peso trascendental en el éxito y prestigio de los
toreros, favoreciendo que subieran unos más que otros a la cumbre, sin querer yo
restar méritos a los grandes maestros. Quiero decir; a Alejandro no se le ha
tratado mal, en este sentido, pero tampoco se le ha hecho toda la justicia de
la que fuera acreedor. Y a ello, ha de sumársele la influencia de los antiguos
matadores famosos que, en muchos casos, compraron sus propias ganaderías e
incluso se hicieron cargo de empresas y cosos taurinos por España y América.
Éstos, también tenían hermanos, hijos y familiares a los que proteger y
promocionar. Son los poderes fácticos de la tauromaquia de finales del XIX y
principios del XX, donde Alejandro no podía contar más que con su “exceso de
valentía” y agrado ante las personas influyentes para su carrera, ya que no
procedía de ninguna tradición familiar torera.
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