Don Tancredo y Alvaradito.
La figura
de Don Tancredo nos puede recordar a un líder de la Primera Cruzada, llamándose
así Tancredo de Galilea, príncipe de la familia de Hauteville.
Pero
nuestro Tancredo López Martín, es de Valencia, aparece como uno de los soldados
socorridos en Santander “con ropas y 15
pesetas”, gracias a la suscripción abierta por el diario El Imparcial de Madrid de fecha 27/03/1897
(Año XXXI, nº 10.741), narrado en su página 4. Recordemos que estábamos en
plena guerra de Filipinas y en los prolegómenos de la de Cuba. Era más que
probable que llegara en barco desde Cuba y se dirigía a su tierra para seguir
como zapatero o albañil, profesiones a las que recurría normalmente.
Pero no
fue así, y pronto, aparecería en el Suplemento de “El Enano” de 11/06/1897, página 4, anunciado así:
Tancredo López (Rey del Toreo
Cómico).- Valiente picador y
banderillero, arrojado matador de novillos en zancos célebre rejoneador en
bicicleta. —D. Pascual Isla, Escolano, Ropería, Valencia.
Mientras tanto, en esa misma página,
aparecía Alejandro Alvarado como matador de novillos.
Tancredo
había aprendido un arte que enloquecía a la fervorosa afición, y así lo pudo
observar en Cuba, viendo al Orizabeño,
el cuál sobre un cajón lo practicaba. Pero el mexicano terminaría encontrando
con ello su fin, cayendo bajo las astas de un toro.
¿Y cómo
sobrevivir al hambre disfrutando de los halagos del público? ¿Cómo ser famoso
astro con sólo blanquearse de cal y quedarse inmóvil? Gran inteligencia
demostró este albañil, que aprendió y enseñó a la postrimería el arte de ser alguien sin hacer nada.
Otros de
sus continuadores, simuladores o discípulos serían, con sus toques
diferenciadores, “Doña Tancreda”
(María Alcaraz, esposa de Don Tancredo), “El
tío Carrasquiña” (magnífico camuflador entre hojas y ramas), El Cojo Bonifa, Manuel Álvarez, El Arrongatito, El Fideísta, y
las mujeres Olga Miñón y la francesa Mercedes Barta.
Y es que España
estaba muy necesitada de héroes, de personajes arriesgados, que mitigaran la
frustración que se estaba experimentando, con la pérdida de jóvenes a miles, y
de tierras de antaño colonizadas (Cuba y Filipinas). Concluía un periodo de
decadencia, sumida en la herencia ignominiosa de Napoleón y de la pérdida de
las Américas.
Por este
motivo hay que entender el momento histórico de la fiesta de los toros, donde
además era indispensable reflejar y recuperar la esencia del teatro clásico,
para no sólo vivir la tragedia, sino disfrutar de la comedia y poder reír (y no
precisamente de un pobre animal, sino de situaciones ciertamente
desconcertantes).
Así, un
pueblo enfermo, lisiado, dañado y pobre, necesitaba más que nunca del circo. En
este contexto, aparecen en la seria fiesta un conjunto de elementos de colorido
y variedad; eso sí, para corridas no de primer cartel y razonablemente
asequibles.
El 23 de
septiembre de 1900, Don Tancredo
utiliza el traje de Comendador en un festejo celebrado en Sanlúcar de
Barrameda, haciendo el paseíllo con el resto de la cuadrilla de Gordito y Camisero y comenzando con su espectáculo de quietismo sobre pedestal, bien aplaudido (El Toreo 01/10/1900,
página 4). Días previos, Alejandro había estado haciendo sus faenas en El
Arenal de Barcelona, durante las novilladas de los días 8 y 9, junto a Colón, Ostión, Moreno de San Bernardo y Rovirosa, este último, por cierto, futuro médico insigne oftalmólogo y de familia
acomodada barcelonesa, que daría paso a una saga de oftalmólogos que llegan hasta
nuestros días.
Ante un
análisis social de esta figura o fenómeno, La Correspondencia militar. 31/1/1901, n.º 7.013, página 3, D. Carlos Luis de
Cuenca en una columna llamada “Entremeses”,
expresa las últimas noticias sobre el teatro en Valladolid, y se adentra en la
fiesta por excelencia en España: el toreo. Se produce una circunstancia que a
los idealistas de uno y otro bando nada satisface, pero que al populacho le
llena de gozos. Veamos algún detalle:
Indignáronse los taurófobos ante el
nuevo aliciente que llamaba a la curiosa multitud a la odiada y despreciable
arena, y no se enojaron menos los taurófilos ante la nueva suerte, que
consideraban demasiado ridícula para alternar con la suspirada serenidad en
toreo clásico. Unos y otros han debido
rectificar a estas horas, pues la plaza se llena de bote en bote para ver y
admirar a Don Tancredo, y la popularidad de su persona ha tomado tal relieve
que sirve ya de símbolo para calificarse recíproca y respectivamente nuestras
grandes figuras de la política.
Y es que
el periodista se ve que había entrevistado a Tancredo, y averigua las razones de su éxito. López vio morir a un
hombre que hacía tal suerte, pero observó que su estrategia fallaba en un
sentido psicológico: la falta real de serenidad.
La suerte de Don Tancredo no tiene nada que
hacer y ahí estriba el mayor intríngulis de la dificultad; porque precisamente
lo difícil en su situación es no hacer nada. ¡No moverse! ¡No estremecerse! ¡No
tener nervios! ¡No estornudar! ¡No tener lujo! ¡No vivir!
A tanto llegará su fama social, que se
crean cuplés que tienen que ser prohibidos, como al arrestado Moncayo, actor de
zarzuelas, cuando realiza una obra del género chico llamada “Juicio Oral” (El Día (Madrid.
1881). 4/3/1901, página
3), que más tarde repetiría dado el éxito adyacente que provocaba su acogida de
entre el público y creando nuevos “couplets”
del héroe.
Surgieron posteriores emuladores,
realizando el experimento de la sugestión. Así, se anunciaba también como el “fascinador ilusionista de toros bravos”,
con representantes en Madrid y Sevilla. Y en 1903 aparece llamándosele el Rey del Valor.
Introdujo en el toreo el
principio de inmovilidad, cuando todo era entonces la actitud antagónica: arte
de destreza y movimientos. Parece marcar un antes y un después en dirección a
lo que supondría el nuevo toreo quieto de la edad de oro del toreo en España,
de Joselito, Belmonte, Gaona…
En esta última década, España ha
asistido a un espectáculo político en el que se ha repetido esta misma
circunstancia más de 100 años después, tanto en relación a Zapatero como a Rajoy, presidentes
a los que otros partidos y la sociedad misma los consideró los modernos “Don Tancredo”.
¿Qué parte de valor y
cuál de cobardía habremos encontrado en estas contemporáneas figuras? Parece
que una de las cualidades más destacadas ha debido ser la serenidad ante
múltiples presiones.
Nicolás López
Este cartel original une en Baeza, en la Feria del 19 de mayo de 1901, las vidas de Alejandro y Tancredo. Podemos observar a Nicolás López actuando como Don Tancredo, o como se decía, realizando su experimento como sugestionador de toros bravos, y vestido de blanco, mientras el cartel anunciaría su trabajo en el quinto toro, y que los matadores serían Alejandro Alvarado “Alvaradito” y Antonio Fernández “Bocanegra” (al final, “Algabeñito”), con la ganadería de Basilio y Joaquín Peñalver. Alejandro practicaría ese día el salto de la garrocha, reclamando así el espectáculo puro del toreo con elementos temerarios, y tratando de sustraer algo de la emoción que afanaba el níveo varón.
Su relación con Huelva la tuvo gracias a alternar con Peguerito, y por una cuestión algo curiosa. En estos años se comenzaban a incorporar diversas atracciones antes de la parte seria de una corrida de toros, por algo se le llamaba el circo. Espectáculos cómicos y arriesgados, que mezclaban el valor con la burla, y el juego con la muerte. Así fue como en Huelva, el 22 de noviembre de 1903 realiza la suerte de “Don Tancredo” D. Nicolás Pérez, pero en esta ocasión, el toro arremetió y destrozó la base en la que estaba subido, cosa pocas veces usual cuando estaba alzada la humanizable figura.
Se produjo un terror despavorido y silencio sepultural bajo el Monte Conquero. Allí estaba presente Alejandro, que también había participado él mismo de algunas innovaciones de la fiesta, como las banderillas en silla, o recuperaciones tradicionales, como el susodicho y antiguo salto de garrocha.
Había llegado a conocer las suertes impresionantes que se ejecutaban hasta montado en bicicleta, y por mujeres como la Sorianita. (Alvaradito 4ª parte, Septiembre de 2014 blog alvaradohuelva). Pero en este día, volvía a mirar cara a cara a la muerte.
¿Aprendió Alejando a subsistir teniendo presente el arte de Don Tancredo? ¿Supo mantener el dinamismo y la agilidad necesaria, soportando los momentos de dificultad para llegar viejo a ser torero? Quizás este equilibrio entre el arrojo, la valentía y la prudencia para poder sobrevivir, nos enseñen algunos valores para perdurar en esta sociedad tan cambiante, tan dinámica y a la vez, en extremo sedentaria.
De nuevo nos encontramos entre lo antiguo y lo nuevo, como parece hoy ser nuestra realidad: En la creencia de vivir una modernidad en todas las experiencias actuales, cuando nos detenemos a analizarlas, descubrimos que en la historia se ha repetido su símil constantemente. Así el espectáculo, el valor, la moralidad o su ausencia, las tendencias políticas, económicas, sexuales y religiosas…. nihil novum sum sole (nada nuevo bajo el sol), pero de mucho hay bueno que tomar.
Creo y así opino, que bien nos valdría tomar lo bueno de unas y otras prácticas, modernas y antiguas, y saber desechar lo que no nos aporta valores profesionales, personales y sociales. Estamos a tiempo de aprender, y cualquier motivo para la reflexión nos puede conducir a ello.
El llamado Rey del Valor fue un héroe popular, un símbolo de nuestra raza. Andrés Amorós / Madrid. Día 29/06/2012.
ABChttp://www.abc.es/20120628/cultura-toros/abci-anos-tancredo-201206281253.htmlhttp://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2009/10/18/don-tancredo-rey/642579.html
Cartel histórico de Don Tancredo en la Plaza de Toros de Baeza. 19 MAYO DE 1901. Autor A. Díaz. (Único)